lunes, 11 de enero de 2010
Otra noche en la milonga
Llevo tiempo con el mal local del tango. Me aburre, siempre estamos los mismos, todo es familiar y en confianza, hecho de menos los tiempos en los que me sentaba sola, era desconocida o extranjera y cada abrazo era misterioso.
Cada vez me cuesta más volverme a descubrir en el encanto de una noche mágica. Mi paladar se acostumbrado a caviares y otras exquisitedes, y aquí, en la humildad de estar en casa y cada vez más ausentada de buenos abrazos que se han ido o se aparecen poco, o van acompañados de la novia, no acabo de encontrar el impulso. De todas maneras, son mi familia, no puedo dejarlo, aunque me lamente una y otra vez, aunque mis ansias se vean ahogadas una vez más en la fustración de tandas al pedo. Y no nos engañemos, no es el compromiso social lo que me hace volver, aunque sí hay cierto cariño, pero es la curisiodad la que me puede, y entre el ambiente tranquilo, siempre acaba dándose una noche de esas que me sacuden por dentro. Así que sigo iendo, por si acaso.
Anoche aunque me daba pereza, fui a la milonga, y no estaban mis amigos por allí, así que estuve solita y eso me gustó, y la verdad que me sorprendí volviendo a disfrutar como en tiempos de antaño. Sin parar de bailar, mirando activamente cual vampira para lograr mi tanda deseada. Y diciéndome estos hombres también saben bailar, no hace falta cruzar el charco! hoy estoy precisa, intensa, hoy bailo genial! Que bueno sentir la magnificiencia de vez en cuando!
Y vuelvo a pensar que no se trata de cantidad, sino de calidad, y me calmo. Tan solo necesito uno o dos abrazos de buen tango, y ya me puedo ir feliz a casa. Y al fin y al cabo, aún viajando, todo se reduce a encontrar el cielo en uno o dos abrazos. Excepto en Buenos Aires, donde me siento con una libertad y suerte absoluta! Lo que pasa que aquí hay mucha relación social y pocos códigos. Y al final la sensación del buen abrazo se hace sombra con otros no tan buenos... y eso es una mierda!
Esta bien, pausarse un tiempo para volver a sentir de imprevisto, el deseo febril de la pasión por el baile ¡zas! aparece. Como cuando empezaba y "en todo descubría tesoros". Cada vez me sucede menos, pero bien, ayer fue una de esas noches.
Momento de emoción en el valsecito en recuerdo a Teté, aquel viejito querido, que vivía el disfrute del baile plenamente, y así lo transmitía. Se me hace extraño no verle cuando vuelva al Beso o en su mesa de Cachirulo, "se me pianta un lagrimón". También bailamos un Pugliese en homenaje a Osvaldo Zotto, tan joven, da escalofrío. Se especula entre mesas y siseos sobre el preámbulo de sus muertes, pues ya se sabe que murieron con escasas horas de diferencia y ambos estuvieron juntos milongueando esa noche, sea como fuere, han sido noticias muy tristes. Ambos han dejado un Tango magnífico como huella; yo estoy convencida de que se pusieron de acuerdo para milonguear más allá, en otras antípodas del tango y la vida.
Sigo contando los meses, semanas y días para volver al útero.
¡¡Buenos Aires, cuanta falta me haces en mis noches "sin" tango!!
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