Releyendo viejas cartas, como pasa el tiempo... hace siete años pintabamos y destruíamos catedrales.
Ahora somos neuroadaptados, superamos el duelo como terapiados de una sala cualquiera, aprendimos a tratarnos como amigos, y a estar juntos sin que nos queme la piel. Creías que no podrías, pero lo haces. Lo hacemos. Alguna vez nos asalta una duda, solo dentro. No hablamos de ello. Sé que a tí también te pasa. Lo sé cuando te descubro llamandome borracho a las 4 de la mañana un jueves. Vivir es angustioso a veces, la poesía de los momentos es lo único que lo hace soportable. Y cuando te quedas sin esa poesía por mucho tiempo... uno se pone a gritar en medio de la noche sin razón. O lo que es peor, entra en un estupor, y apático se va dejando morir, sin violencia.
De alguna manera cuando se me cruza el dolor no lo soporto y salgo huyendo, a mis paraísos artificiales (mis romances, el baile, el arte, las adicciones). De alguna manera cuando estoy a punto de amar, salgo corriendo.
"la gente cuando alcanza extremos asalta, y tú huyes"
Confieso que hoy he sentído un escalofrío mientras leía tus cartas, nostalgia de lo puro, del primer amor, de aquel equivocarnos, con nuestras inseguridades y nuestras grandezas.
Ya no hay más poetas, las musas están en cuarentena, las hadas tienen los ojos volados, y las ranas mudaron el pelo. El país de las maravillas solo es ficción. Amar es otra cosa. Y yo solo tengo encanto para enamorarme, para el arrebato.
domingo, 27 de diciembre de 2009
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