Y después de amarnos, se impone el tiempo y sus vueltas. Tu avión se alza en una hora, y vamos volviendo progresivamente a ser lo que no somos.
Yo sumida en mi abatimiento, me entrego a un sueño generoso de doce horas, y dos litros de agua cuando despierto para no naufragar a mis petits morts.
Y tal vez es que necesito adormecerme, desaparecer, soñar, con tal de no sentir el vacío tremendo que has dejado en mi cama al marcharte esta mañana.
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